viernes, 22 de noviembre de 2013

Historia de la Virgen de Nuestra Señora de Fatima

Nuestra Señora de Fátima
Nuestra Señora de Fátima

La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos


En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos. 


Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:

Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.

Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se 
refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron 
así:

... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".

Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.

Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:

Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48).

El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.
Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.

Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. 
Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).

Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.



La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y 
dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que 
recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció 
hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.

Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde 
por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.

Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.

En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".

También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.

Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.


Retiro de Adviento del Personal del Colegio Nuestra Señora de Fatima (22/11/2013)




viernes, 15 de noviembre de 2013

Biografia de la Madre Elisea Oliver

                                                                      Breve Biografía

El 9 de julio de 1869 en Benidoleig, pequeño pueblo campesino de origen árabe, perteneciente a la provincia de Alicante en España, nace y es bautizada, la que más tarde había de ser Madre Elisea: Josefa Oliver Molina. Sus padres fueron: Tomás de Villanueva Lino Oliver González, casado en segundas nupcias con Josefa Ildefonsa Molina Ballester. Los hijos del primer matrimonio, Pascual y Severino, junto con los nacidos de su segunda esposa: Mª Teresa, Juana Marta, Antonia, Tomás (fallecido a la edad de 1 año) Tomás, Isidro, Juan, Josefa (Madre Elisea) y Mª Rosa, formaban aquel hogar cristiano y numeroso. A ellos se agregaba, completando la docena, Josefa Rosario, una niña abandonada por sus padres, que este matrimonio cuidó como a una hija más.
En esta familia de clase obrera, Josefa vivió su infancia modestamente, aunque sin grandes estrecheces económicas, ya que poseían unas tierras fértiles que cultivaban. Esto, a lo que se añadía el oficio de barbero y practicante del padre, les proporcionaba cierto desahogo material. Junto con sus once hermanos, Josefa creció en aquel hogar cristiano, honrado y piadoso, asimilando las virtudes evangélicas que sus padres y hermanos practicaron y que, en ella, encontraron buena tierra para germinar.
De estos primeros años, cabe destacar que, su vida consistía en asistir a la única escuela primaria del pueblo, ayudar a su madre en las tareas domésticas y a su padre en la barbería, especialmente a partir del momento en que comenzó a resquebrajarse su salud, participar en la vida de la parroquia y ocupar sus tiempos libres jugando con sus amigas. Pasaba también, algunas temporadas, en el pueblo vecino de Miraflores, con su tía Dorotea. Ésta, hermana de su madre, viuda sin hijos, maestra de profesión y fervorosa cristiana, ejerció sobre ella gran influencia, tanto en el aspecto educativo, como ayudando y apoyando su deseo de consagrase al Señor, cuando llegó la hora de la decisión.
Su infancia, al principio, iba transcurriendo con toda normalidad, hasta que, el día 29 de enero de 1878, cuando todavía no había cumplido los 9 años, quedó huérfana de padre.
A partir de este momento, la familia entró en una etapa de dificultades y estrechez económica. Ella aprendió entonces a enfrentarse con generosidad y entereza a la dureza de la vida y a las situaciones adversas, acrecentando su sentido de responsabilidad y de colaboración con su madre en las faenas domésticas.
La personalidad, humana y cristiana, de Josefa Oliver se iba robusteciendo, conforme avanzaban los años de adolescencia y juventud. En esta etapa se forjaron los cimientos de su edificio interior, preparándola para la especial misión que Dios le iba a encomendar.
Su carácter se iba modelando a base de una relación de amor en el ambiente familiar y de una vida de entrega, sacrificio y esfuerzo conjunto. El hecho de que sus hermanos mayores se fueran casando y dejando el hogar, otros murieran, y se quedara ella como la mayor de las mujeres, siendo todavía adolescente, tuvo que influir en su maduración y también en la compenetración con su madre, ya que tenía que compartir con ella la responsabilidad, el peso de la casa y la atención a los cinco hermanos que quedaban.
Por motivos económicos comenzó a trabajar fuera de casa en las tareas del campo, como muchas de las jóvenes de Benidoleig, particularmente en la elaboración de la pasa. Los testimonios recogidos sobre ella en aquella etapa nos facilitan el detalle de su ejemplo silencioso y orientado a Dios. Tenía fama de “buena chica” y se sabía que se levantaba temprano a rezar y que los domingos iba y volvía a pie a Denia –pueblo alicantino importante a unos 6 km. de distancia de Benidoleig- para asistir a la Santa Misa. También procuraba buscarse otros momentos de soledad en parajes escondidos de su pueblo, para dedicarse allí a la oración.
Las responsabilidades respecto a la familia, el trabajo y el cultivo de su vida interior, las compaginaba perfectamente con su dedicación a la parroquia, que era para ella como su segundo hogar. Los testimonios abundan en el sentido de afirmar que tenía vocación para las cosas de la iglesia… Se preocupaba del adorno, de la limpieza, de los cantos… Especial esmero ponía en los adornos florales a la Virgen.
Van a ir perfilándose y profundizándose en ella esas dos características que luego serán la base de su vida carmelita: su amor a Dios, manifestado en la vida de oración y de entrega a los demás y su amor a María, exteriorizado en la delicadeza de trato hacia ella y en su actitud profunda de humildad de corazón.
Desde pequeña, tuvo Josefa contacto con personas que sufrían el dolor y la enfermedad, ya que, la profesión de su padre, propiciaba que acudieran a su casa quienes tenían estos problemas, sabiendo además que iban a ser atendidos con solicitud por este ejemplar matrimonio, ya que su madre también colaboraba con la profesión de su esposo, y prestaba los servicios de comadrona en el pueblo. Este ambiente, fue muy favorable para que fructificara en ella la semilla de la caridad más exquisita. Su disponibilidad para asistir a algún enfermo que lo necesitase era muy notable, desde jovencita. Los vecinos del pueblo eran testigos de que, la joven Josefa, allá por sus 18 años, era ya una verdadera apóstol. Trataba de llevar la alegría a todos los que la rodeaban, siendo mayor su entrega a los pobres y a los enfermos más necesitados. Sus visitas no eran de cortesía. Les llevaba ánimo y alegría. Sorprende que, con sus pocos años, ejercitara este servicio de manera habitual y con tanto desinterés y naturalidad.
Esta disposición de entrega a las obras de caridad, especialmente a aquellos que son menos agradables a los ojos de los demás, va a ser otra de las facetas de su espiritualidad, en esta temprana edad, que luego será nota característica de la proyección apostólica de su Congregación.

Se sabe, también, que atendía la formación de los niños en la catequesis y que ayudaba a su tía Dorotea en las tareas escolares de los que más lo necesitaban.
Podemos concretar el perfil de su personalidad, definiéndola como una joven madura, sensata, humilde, austera, equilibrada, trabajadora, honrada, honesta, habilidosa e inteligente. Capaz de adaptarse a todas las circunstancias.

En este clima propicio de su vida interior, surgiría la llamada a consagrar su existencia a Dios como fruta madura, a la vez que se iba capacitando para ser recipiente útil, donde Él podía volcarse sin medida.
Su madre, aunque conocía sus deseos y no se oponía a ellos, le ayudaba a reflexionar serenamente, para que acertara en su decisión. Fue la presencia de unas religiosas, que postulaban por aquellos pueblos y que aparecieron por Miraflores, mientras ella se encontraba allí, la que le dio ocasión de conectar con las Terciarias Carmelitas de Alcantarilla. En este momento, es cuando debió ser decisivo el apoyo de su tía Dorotea. Con estas religiosas se dirigió a Benidoleig a casa de su madre; éstas se quedaron allí a pasar la noche.
Las alternativas, por el momento, no eran muchas y ella tenía que decidirse. La finalidad apostólica que se le propuso, y a la que se dedicaban estas “religiosas”, logró ser, en aquel momento, lo suficientemente atrayente para las aspiraciones de la joven Josefa. Al comunicárselo a su madre, ésta le respondió que se lo pensara bien y que se asegurara del paso que iba a dar, a lo que su hija respondió: Dios proveerá. Así que resolvió marcharse con ellas, con la autorización de su madre y el respaldo previo de su tía. Con la mantilla de cabeza que le había regalado ésta última, salió de su casa abandonada en la Providencia.
Allá por 1888, en fecha exacta muy difícil de precisar, ingresó en esta incipiente Congregación de Hermanas Carmelitas Terciarias, fundada por Madre Piedad de la Cruz Ortiz Real, en Alcantarilla (Murcia), lugar en el que se habían asentado en 1887. Allí le vistieron el hábito y se le asignó, precisamente, el nombre de Providencia. No cabe duda que este nombre será todo un símbolo y un sello imborrable en su trayectoria de vida, pues, bajo este impulso y confianza en la Providencia de Dios, atravesará todas las vicisitudes que el camino de seguimiento de Jesucristo le irá deparando.

Proyecto Educativo de Pastoral de Nuestro Centro


Proyecto Educativo de Pastoral
La acción pastoral en nuestros centros es la educación de la fe, incluida en su proyecto educativo, el cual esta encaminado a coordinar el conjunto de la cultura humana con el mensaje de Dios.
La comunidad cristiana que lleva a cabo su misión evangelizadora en el ámbito escolar y que garantiza la orientación cristiana en el centro, dicho equipo estará formado por los profesores de religión y moral para implementar adecuadamente este proyecto.
La conformación de un grupo de alumnos:

(JUCA), Juventud Carmelita: Es un grupo juvenil, que pretende profundizar, vivir y celebrar, por medio de convivencias y formación, el mensaje de Jesucristo, a través de valores humanos, inspirándose en la devoción de María Madre y hermana de las carmelitas y al profeta Elías. Su acción debe estar vinculada a la parroquia con la que deben colaborar activamente y con otras comunidades cristianas.
El JUCAR tiene como objetivos generales: Descubrir los valores de la persona humana, descubrir el valor de la vida del grupo y descubrir la escala de valores propuesta en el evangelio como un medio valido para ser feliz.
Otro grupo de pastoral que hemos implementado este año 2013- 2014 es el NICAR significa niños Carmelitas, es un movimiento infantil, que a partir de los 8 años pretende profundizar, vivir y celebrar el mensaje de Jesucristo, a través de la formación en valores y desde la espiritualidad Carmelita; participando o vinculando su acción con las actividades de la comunidad y la parroquia donde están las comunidades de la congregación.
Este grupo tiene como objetivo formar y acompañar a los niños y niñas, ofreciéndoles formación desde nuestra espiritualidad carmelita.

Destinatarios de este proyecto:
Los alumnos (as), en la medida que aceptan las ofertas correspondientes a los diversos niveles del proceso.
Los Profesores, padres de alumnos relacionados con nuestro centro.
El fundamento de la acción pastoral es proporcionarle a los alumnos (as) una formación integral y armónica entre fe y cultura, que le permita hacer la síntesis personal de ambas en su vida. Nuestra finalidad es encaminar a crear comunidades de creyentes donde se pueda comunicar la fe, desarrollando la vida religiosa hasta alcanzar la plenitud en Cristo el Señor.
Objetivos
Formar para los valores desde los valores.
Promover la calidad educativa integral, que no se quede en parámetros puramente intelectuales o técnicos y se base en el proyecto de ser humano que define el Evangelio.
Propiciar, apoyar y promover el diálogo fe – cultura – vida.
Formar para la ciudadanía activa, la participación y el trabajo solidario.
Defender y garantizar el derecho de todos a una educación de calidad.


Mision y Vision del Centro


MISION

Nuestros Centros son Católicos

Nuestra Misión principal es ofrecer una educación de calidad, oportuna y pertinente que propicie un aprendizaje relevante y significativo en función del bienestar y desarrollo pleno y la transcendencia de los alumnos (as) como personas. Ello, en estrecha relación y complementación con la labor educativa de la familia, propiciando a su vez su continuidad en el sistema educativo y su contribución en la sociedad.


VISION
Nuestros Centros Son Carmelitas

“Formar Buenos Cristianos y Honestos Ciudadanos, protagonistas y actores, crítico - reflexivos de una sociedad en constante cambio.”
En nuestro centro, el objeto fundamental es:
Favorecer el crecimiento y maduración de los alumnos, ayudándoles a descubrir y potenciar sus posibilidades intelectuales, físicas, afectivas, sociales, morales y religiosas
Damos por supuesto que los alumnos (as)  han venido a nuestros centros por la libre voluntad de sus padres y saben cuál es nuestra identidad. Ello quiere decir que todos aceptan o respetan a Jesucristo. Su mensaje es para nosotros el mejor proyecto de existencia y El se enraízan los valores y el clima de nuestra educación Carmelita.
Reconocemos que como comunidad Educativa Carmelita tenemos una misión peculiar e ineludible dentro del campo de la enseñanza y de la iglesia. En nuestra tarea docente, destacamos el valor cristiano de la Sencillez evangélica como estilo de vida de nuestra propia de nuestra Fundadora, Madre Elisea Oliver.
Los centros Carmelita fieles a su propia Carisma potenciarán en su acción educadora estos valores:
o
La convivencia fraterna
o
La austeridad para el compartir
o
La sensibilidad por la paz y la justicia
o
La solidaridad y el espíritu de servicio y acogida
o
La interioridad que propicie el encuentro consigo, con los otros y con el dios de la historia.
Notas especificas de estos centros en el amor y culto a María, la madre de Dios, renovado de acuerdo con la enseñanza de la iglesia, como una característica típica de la vivencia cristiana.

Identidad de Nuestro Centro Educativo

)
IDENTIDAD DEL CENTRO

El Colegio Nuestra Señora de Fátima de Baní, es un Centro Docente que, creado y animado por la Congregación H.H. De La Virgen María del Monte Carmelo, es un instrumento apostólico al servicio de la iglesia y de la sociedad, colaborando con los padres en la educación Integral de los alumnos, destacando los valores cristianos del amor y de la sencillez evangélica como estilo de vida propio de nuestra fundadora: MADRE ELISEA OLIVER MOLINA.

)
FINES Y METAS DEL CENTRO
El hombre es señor del mundo e hijo de Dios, así expresa el carácter propio de nuestra institución. Su dignidad personal merece todo respeto. Está hecho para la verdad, el amor y la libertad.
El colegio Nuestra Señora de Fátima como institución de la iglesia y centro educativo tiende a conseguir una formación y educación integral que permite el desarrollo de su propia individualidad y realización de una labor socialmente útil, así como interés de formar ciudadanos amantes de su propia patria, consientes de sus deberes y derechos y de sus libertades, con un profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana.
Buscar formar hombres libre, críticos y creativos capaces de construir una sociedad, libre, justa y solidaria y la formación de individuos para el desarrollo de los valores de hombre y la mujer dominicana.
Concebimos la educación como clave de humanización, como una instancia que puede ayudar al hombre a ser más hombre y a construir un mundo más fraterno, más justo y más feliz para todos.
Nuestro centro pretende formar y personalizar al educando, para crear en él, el lugar donde pueda revelarse y ser escuchada la Buena Nueva. Esta educación debe reunir los siguientes fines:
Orientar a los alumnos (as) según sus capacidades, aptitudes e inclinaciones para realizar su proyecto de vida en la sociedad y desde ella comprometerse en la construcción de la fraternidad humana.
Formar hombres y mujeres para una nueva sociedad verdaderamente participativa y fraterna, es decir, educar en y para la libertad y la justicia.
Favorecer la educación personalizada como respuesta a las posibilidades de crecimiento y maduración del alumno.
Integrar en la educación de Fe y la cultura, para que el alumno (a) aprenda a vivirla conjuntamente.
Favorecer un clima de amor, generosidad y gratitud que afirme el Ser sobre el Tener y lleve a la austeridad, como expresión de solidaridad y modo de compartir.
Orientar para la Paz y la convivencia, la comunicación entre los hombres y los pueblos. Con un espíritu abierto, dialogante y flexible, ajeno a toda forma de violencia.

Entorno del Colegio Nuestra Señora de Fatima




El Entorno y Familias del Colegio

El colegio Nuestra Señora de Fátima esta ubicado en la av. Fabio Herrera no. 84 (Este), limitada por las calles: El numero al norte, la mella al oeste y Palo Hincado al sur. Pertenecemos a la regional 03 de azua y al Distrito educativo 04 de Bani.
La realidad del sector esta basada en un nivel socio cultural medio bajo y clase media baja, las personas se dedican a actividades formales tales como: comerciantes, empresariales, bienes raíces,  etc. En general los padres tienen estudios medios y profesionales. Las expectativas para los hijos se centran, fundamentalmente, en la realización de estudios superiores que les facilite un trabajo estable y una buena retribución social.
Las razones por las cuales envían a sus hijos a nuestro colegio son variadas y complementarias:

La calidad de enseñanza,

El tipo de educación moral y religiosa que ofrecemos,

El Carácter Propio de nuestro colegio, en tanto en cuanto lo consideran adecuado para la maduración personal.

Otros motivos se dan también aunque con menos frecuencia:

La cercanía geográfica al centro.

La tradición familiar, etc.

Los años de nuestra institución en el ámbito académico.

Tipo de Enseñanza:
Se imparte solamente en la modalidad general del Nivel Medio en la Tanda Matutina, con un horario de 7:25 a.m. a 12:30 p.m. Este centro es privado en lo concerniente a la educación media. Ya que en lo relativo a la educación básica es publico tanto en la tanda matutina como vesp. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Fotos de las Diferentes Promociones del Colegio Nuestra Señora de Fatima y Fotos de Promociones


Promoción 2011-2012 ( SAFE)

 Promoción 2012-2013 (Lainus)




































Historia del Colegio Nuestra Señora de Fatima

HISTORIA DEL COLEGIO NUESTRA SEÑORA DE FATIMA

La idea surge en el año 1949, cuando un grupo de damas de la más alta sociedad Banileja deciden formar una comisión para dirigirse al padre Juan Fulleton. Dicha comisión estaba compuesta por: Doña Claridad de Alberti, Doña Julia de Castro, Doña Gisela Miniño, Doña Dolores de Herrera y doña Angelina de Castillo. 
Esta comisión solicitaba que las hermanas religiosas formaran un colegio de monjas, por que la comunidad Banileja solo contaba con dos escuelas primarias y una normal. La Escuela de niños llamada Juan Trujillo Valdez, hoy Escuela Ana Reyes de Pérez y la de niñas Juan Pablo Duarte ubicada en la calle Máximo Gómez con Mella. La sociedad Banileja logró su objetivo, de forma tal, que la llegada a Bani de las hermanas religiosas fue triunfal.
El Colegio Nuestra Señora de Fátima fue inaugurado el 7 de noviembre de 1949. Todas las hermanas eran maestras. En sus inicios no había internados, con excepciones de 3 o 4 alumnos que eran de San José de Ocoa. La primera alumna interna fue Bienvenida Franjul. El colegio estuvo por primera vez en la calle Nuestra Señora de Regla, en la casa donde se encuentra actualmente (Agricultura) antes del año fue trasladado a la calle Mella, donde esta ubicado la casa de Don Fernando Herrera.
Las fundadoras religiosas del Colegio fueron la madre Lourdes Arena, Hna. Cristina Burguero, hna. Bernardina Garcias (Española) y una de Puerto Rico, María Aguayo. El 2 de Enero de 1957 se inaugura el nuevo edificio, donde actualmente está ubicado. En la inauguración estuvo presente el Dr. Salvador Iglesias que vino hacerle entrega al gobernador Arcelio Velásquez quien le entregó a las  Hnas. Carmelitas.
La obra fue donada por el general Rafael Leónidas Trujillo, los terrenos eran del señor García Solloso. En el año 1953-1954 tuvieron los primeros alumnos del bachillerato. El colegio Nuestra Señora de Fátima ocupa un lugar preferencial a nivel nacional, con profesores (as) altamente capacitados, la planta física esta en condiciones excelentes.

Escudo del Colegio Nuestra Señora de Fatima